Era la gran noche. Los mexicanos fanáticos del deporte de los guamazos y las trompadas, ya nos moríamos de ganas por ver la pelea entre nuestro compatriota Juan Manuel Márquez y el filipino Manny Pacquiao. No hicimos compromisos para quedarnos en casa o acordamos reunirnos en algún lugar para ver el combate por televisión. Los que acostumbran dormirse temprano tomaron mucho café o se echaron una pestañita por la tarde. Horas antes ya nos habíamos surtido de refrescos, chupes y variedad de botanas. Evitamos ver cualquier programa o película que pudiera empalmarse con la transmisión. Como dije, era la gran noche.
Con el antecedente de dos enfrentamientos en donde el mexicano le hizo ver su suerte al casi invencible Pacman, pero en los que por desgracia no pudo ganarle, nuestro país tenía esperanzas de que la tercera fuera la vencida. Y es que siendo honestos, el cuate de ojitos jalados no es un flan y muchos ya veían como ganancia que Márquez le aguantara nueve rounds o que de plano no lo bajaran del ring en camilla.
Pero el sábado algo había en el aire (aparte del acostumbrado smog) que nos hacía sentir seguros a pesar de que las apuestas estaban 10 a 1 a favor del campeón.
No soy un experto en boxeo, pero lo que se vió desde un principio fue a un peleador azteca concentrado que se atrevió darle de catorrazos a un Pacman que entró con exceso de confianza. Seguro pensó que la cosa iba a estar facilita, papita como decímos en Mexicalpan, pero naranjas agrias. El Dinámita Márquez fue muy superior en los primeros rounds, le atinó a su rival soberbios puñetazos en la cara, volteándole la cabeza como a la escuincla de El exorcista. Y no solo le puso sus buenos cates sino que esquivó los golpes haciendo que el filipino ya no supiera ni por dónde lanzarselos.
Debo confesar que aunque mi paisano estaba peleando como un deus de los cuadrilateros, si llegué a sentir miedito, pues en un descuido el condenado Pacman de un golpazo lo podía mandar a la lona y ¡Adios Nicanor! Para el octavo round y después de chutarme la bola de anuncios de Tecate, se puso bueno el asuntacho. Como viejas chimiscoleras, los rivales se enfrascaron en pleito de toma y daca. A Márquez no se le veía tan amolada la careta, mientras que Pacquiao tenía abierta la ceja y la boca con harto mole.
Luego, como si la escena la hubiera escrito don Silverio Estalón para uno de sus churros de Rocky, la gente comenzó a corear el nombre de Márquez y el ¡Sí se puede! Cualquiera pensaría que estaban en la Arena México. Muchos me dirán ¡Con qué poco pinole te ahogas compadre! Pero la verdad, si me emocioné.
Con ese ambientazo y brindándose Márquez con tocho morocho en el cuadrilatero, ya se veía muy complicado que el campeón retuviera el título, peroooooooo....
Terminó la pelea. Minutos antes todavía dió tiempo incluso de que Márquez le volára el protector bucal casi con los dientes puestos al vapuledo Pacman. Triste al saberse derrotado, el filipino se fue directo a su esquina. El mexicano ya cantaba victoria y nosotros también.
Dieron el veredicto y ...¡Sácatelas babuchas! Que van saliendo con la reverenda jalada con "M" de que Pacquiao era el vencedor. Bueno, con decirles que ni él se lo creyó, estaba como chamaco que no estudió para el exámen y el maestro le pone diez. Y Márquez, obvio todo lo contrario, el pobre andaba con cara de ¡Ya sabía que esto iba a pasar! ¡Caraxo!
Dicen que le llovieron abucheos a Pacman durante 10 minutos, cosa que ya no vímos en tv porque cortaron antes la transmisión. El chiste es que fuímos testigos de un robo descarado, un verdadero atraco, una ratería, una tomada de pelo, un fiasco y todos los sinónimos que se les ocurran. Y pues cómo van a creer que habiendo millones de dólares de por medio se iban a atrever a reconocer al NO favorito como ganador ¡Ni lo mande Deus! Y menos ahorita que la economía gringa anda tan mal.
¡Ya ni modo! Si yo fuera Márquez por dignidad no aceptaba la revancha que le están ofreciendo. Es más, yo no me volvía a parar en Las Vegas ni de vacaciones para dejarles mi lana. Este no sólo fue un golpe artero contra el box mundial sino contra México, un país que vive momentos de incertidumbre y en el que, hacen falta héroes que por lo menos nos hagan olvidarnos de los problemas un rato.
