jueves, 2 de febrero de 2012

Alarido ¡Uy que miedo! Mira cómo estoy temblando

La semana pasada caminando por el metro Zapata ví en un puesto de DVDs, no de los originales sino de los otros (omito decir Piratería porque luego se ofenden) la película titulada "Alarido", sí igual que la que dirigiera Darío Argento en los setenta, fue entonces que recordé que hace un par de años escribí mi reseña de ella en calidad como siempre de fanático porque crítico no soy. Esto último lo aclaro para beneplacito de mis detractores. Ahí les va...

Santi padece una extraña enfermedad la cual provoca que su piel sea literalmente calcinada por la luz del sol y sus colmillos crezcan más de lo normal. Su madre preocupada sabiendo que la deficiencia puede llevarlo a la muerte decide que lo mejor es abandonar la ciudad. Es así como ambos se trasladan a un bosque en donde los rayos solares quedan ocultos tras los arboles, predominando la mayor parte del tiempo la oscuridad.
 Su llegada coincide con el inicio de una serie de brutales asesinatos. Estar en el lugar y la hora equivocados, unido a su desconcertante aspecto y a unas explicaciones poco convincentes ofrecidas  a la policía, convierte a Santi en el principal sospechoso, pero el joven está dispuesto a comprobar su inocencia y de paso resolver el enigma.
¿Dónde he visto esto antes?
“De los productores de El Orfanato”, esa es la carta de presentación – o gancho comercial- con la que la película Alarido del director ibérico Isidro Ortiz consigue llenar la sala cinematográfica.  Mientras que El Orfanato (2007) sigue la línea impuesta por Alejandro Amenabar y Guillermo del Toro, cineastas que no apelan al recurso del susto por la vía fácil, Alarido apuesta por un cine de horror que mezcla todos los sitios comunes y estereotipos de las cintas estadounidenses de los años 80, los experimentos del tipo El proyecto de la bruja de Blair (1999) y sobre todo las recientes producciones orientales. Más de un fanático del llamado giallo italiano notará el parecido existente entre Alarido y Phenomena (1985), película de terror sobrenatural dirigida por Dario Argento, en donde una chica – una jovencísima Jennifer Connelly- con poderes que la convierten en el fenómeno del título persigue a un engendro homicida que ataca en un siniestro bosque.
Un principio curioso y un final predecible.
 El interés que en un principio despierta ver a un personaje con características vampíricas  que lo condenan a vivir en la oscuridad jugando del lado del bien y enfrentándose a una amenaza desconocida – y no, no me refiero a Blade- pronto disminuye, ya que el defecto físico que daba pie a  exponer situaciones en donde el protagonista se viera en mayor riesgo  es desaprovechada casi por completo a lo largo de la historia. En otras palabras, se convierte en un detalle de poca trascendencia.
 La primera parte oscila entre el suspenso y la fantasía. Un enemigo de origen desconocido ha perpetrado crímenes sobrehumanos  y es ahí donde uno como espectador se pregunta ¿Qué explicación nos darán al final sobre todo esto? La fuerza de la costumbre nos lleva a pensar que estamos ante una historia más de fantasmas buscando venganza, con niña azul de cabellos maltratados incluida (sí, la misma que hemos visto en La maldición, El aro y un largo etcétera).
 A la mitad, una vuelta de tuerca deja a un lado el aspecto fantasioso para explicar un caso de nota roja en donde, como sucedió en El laberinto del Fauno (2006), los seres humanos pasan a ser los verdaderos monstruos, sin embargo el resultado es un tanto fallido, sobre todo por unos diálogos  caricaturescos, “Nunca debieron haber venido, váyanse antes de que sea demasiado tarde” (Scooby Doo ¿Dónde estás?). A partir de ahí es que la película se torna chacotera, la clásica historia de terror adolescente con novia que se pone romántica en el momento menos indicado y el amigo gracioso experto en el tema  que ofrece su ayuda incondicional ¿Sería acaso un homenaje a Corey Feldman quien hace un papel similar en Los muchachos perdidos?
 Cómplices del miedo
 ¿Recuerdan ese juego que algunos llamábamos la casa de los espantos? Consistía en esconderse detrás de la puerta de una habitación y meterle un susto (sin albur) a quien le tocaba entrar. Siempre era lo mismo, no había mayores sorpresas ¿Pero a quién le importaba? La diversión estaba en el hecho de asumirse como víctima.
 Pues lo mismo sucede durante la proyección de la cinta, la cual consigue arrancar el grito de el público, quien a pesar de conocer ya todos clichés del genero permite que escenas tan trilladas como aquella en que el personaje despierta de una pesadilla para comprobar que sigue soñando, lo sobresalten. En ese sentido la trama aunque por momentos incoherente conecta con las emociones del espectador, habiendo desde la chica que brinca de su asiento hasta el acompañante que aprovecha para asustarla tantas veces como la cinta lo permita.
 Como ya notaron queridos lectores, las referencias y guiños de ojo están a la orden del día o mejor dicho, en este caso, de la noche. Dicho sea en otras palabras, Alarido es un divertimento que falla en sus pretensiones  de trascender pero logra lo que la mayoría del público espera “simplemente divertir”.