
Hace un par de semanas, un amigo me invitó a la inauguración de una galería en la Roma, cuyo nombre no tiene importancia. Salí decepcionado al ver que al arte también le ha pegado la crisis de una forma quizá nunca antes vista. El hecho es que en las redes sociales durante todo el mes se había anunciado con bombo y platillo, la presentación de unos videos dizque muy vanguardistas, creación de unos fulanos europeos. Para no hacer el cuento largo, en un cuarto de tres por tres hicieron la dichosa proyección. Como llegamos media hora tarde nos tocó lugar hasta atrás, y ahí por donde se alcanzaba a ver algo, fue que observe a la mujer rubia que salía en la pantalla, una ñora que se veía más pasada que los chemos que están afuera del metro Insurgentes. El corto que parecía grabado con un celular que se ganaron en la caja de los corn flakes, estaba para llorar.
Pero eso sí. Nunca faltan los pseudo-intelectuales que aseguran que cosas tan infames como esas están impregnadas por un "espíritu artístico de gran calidad y fuerza expresiva". Sí, así con esas mismitas palabras. Fue entonces que ya sumido en el aburrimiento, di mis dizque impresiones acerca del siguiente cortometraje en donde unos vagos se están dando sus catorrazos en la calle como viles microbuseros de la ruta 2.
“Una apología de la violencia urbana”, “Una danza dramática en una pista de concreto”, esa y otras jaladas que me saqué de la manga, bastaron para que uno que otro incauto asintiera con la cabeza, jajaja. Estoy casi seguro que alguno de esos tipos, con aire de grandeza las van a repetir en una reunión.
Eso me recuerda la escena de una de mis películas favoritas, Annie Hall. Woody Allen está formado para entrar al cine y mientras espera, un tipo no para de hablar sobre Marshall McLuhan, el teórico de la comunicación. Con su acostumbrada neurosis, Woody intenta corregir al fulano, al grado de que el mismísimo McLuhan aparece en escena para darle la razón a Woody. Así muchas veces suceden las cosas en el mundo real. Leemos la obra de alguien y nos sentimos capaces de dar una cátedra, en ocasiones ni nos damos cuenta de que tergiversamos el sentido original y nos aventuramos a profundizar sobre los asuntos más intrascendentes. De ahí que se compare a Kurosawa con Tarantino, a Hitchcock con Shyamalan, a Pelé con Ronaldinho, jajaja.
El chiste es que para estos sujetos pseudo-intelectualoides, pareciera que el decir que han leído a determinado autor desde la primaria los convierte en las personas más sabiondas aún cuando no hayan entendido ni papa. O que reírse a carcajadas viendo en el cine una película en donde hacen una broma referente a Kant, Nietszche o Arístoteles, hará que la gente los busque con la mirada y piense ¡Wow! Qué sujeto tan inteligente.
Eso me recuerda la escena de una de mis películas favoritas, Annie Hall. Woody Allen está formado para entrar al cine y mientras espera, un tipo no para de hablar sobre Marshall McLuhan, el teórico de la comunicación. Con su acostumbrada neurosis, Woody intenta corregir al fulano, al grado de que el mismísimo McLuhan aparece en escena para darle la razón a Woody. Así muchas veces suceden las cosas en el mundo real. Leemos la obra de alguien y nos sentimos capaces de dar una cátedra, en ocasiones ni nos damos cuenta de que tergiversamos el sentido original y nos aventuramos a profundizar sobre los asuntos más intrascendentes. De ahí que se compare a Kurosawa con Tarantino, a Hitchcock con Shyamalan, a Pelé con Ronaldinho, jajaja.
El chiste es que para estos sujetos pseudo-intelectualoides, pareciera que el decir que han leído a determinado autor desde la primaria los convierte en las personas más sabiondas aún cuando no hayan entendido ni papa. O que reírse a carcajadas viendo en el cine una película en donde hacen una broma referente a Kant, Nietszche o Arístoteles, hará que la gente los busque con la mirada y piense ¡Wow! Qué sujeto tan inteligente.
Otra característica clásica de estos cuates es que, según ellos desconocen cualquier situación o tema relacionado con lo que la mayoría considera naco. Dicen no conocer a Cuauhtemoc Blanco porque no les gusta el futbol, aunque al tipo nos lo metan hasta en la sopa. Por lo general dicen sentirse asqueados con las películas mexicanas ya que solo ven cine franchute, pero se sienten orgullosos de los churros de luchadores porque esas cintas son "De culto"(reconozco que de menos son divertidas). Se emocionan con "El topo" y hasta contribuyen a que crezca la leyenda de que era la pelí favorita de John Lennon, cuando ni les consta. Aseguran que no ven la tele, solo el canal 11 y el 22. Y Traen siempre la misma camisa mugrosa como don Gael García Bernal, ya que argumentan que tienen mejores cosas que hacer que andar pensando cómo se visten ¡Fodongos!
En fin... si se te acerca un mono de estos, corre, no voltees pa´atrás y cuentaselo a quien más le confianza le tengas ¡Mucho ojo!
