
Diría mi papá ¡Suerte te dé Dios
porque lo que sepas de poco te va a servir! En mi breve experiencia dentro del
mundo del entretenimiento más de una vez me rechazaron sin checar mi trabajo
por el solo hecho de no presentar un título que me acreditara como comunicólogo o periodista. Me costó uno y la mitad del otro que
varios amantes del cine me tomaran en cuenta en sus círculos por considerarme
un intruso, aun cuando nunca me precié de ser un crítico especializado sino un
fanático. Todavía recuerdo cuando uno de ellos (locutor, quien por cierto me debe unos tragos, jeje) me dijo con tono altanero al conocerme “ Bueno flaco ¿y tú de dónde
saliste? Se me figura que eres uno de esos burócratas que salen temprano y de
alguna forma te la ingeniaste para entrar al medio”. Dicha persona tomó conmigo
una actitud por demás pesada haciendo ese tipo de comentarios cada que se
presentaba la oportunidad. Quien me conoce sabe que puedo ser cualquier cosa
menos violento, pero una vez no me faltaron ganas de voltearle un revés en la
cara, después de todo el señor vivía de hacer radio y no televisión, así que
poco se hubiera perdido. Esa misma persona poco tiempo después leyó uno de mis
artículos y me sorprendió que dijera “Creo que sabes mucho más de lo que dices
saber. Me gustó, no está mal”. Eso no fue suficiente para que cada que lo
encontrara en una función de cine o evento, me saludara como si me estuviera
haciendo un favor. Pero por lo menos me había ganado su respeto.
Gracias a una amiga, extraordinaria
periodista, redactora y analista de cine supe de que iba la cosa. Por ella
comprendí que para sobrevivir en el medio es necesario tener una pizca de
egolatría, ser un tanto presuntuoso y sentirse el miembro de un selecto grupo
al que no pertenece cualquiera.
Eso no sería tan cuestionable si
todos estos personajes prejuiciosos fueran unos eruditos, pero no
es así. Algunos terminaron la carrera de periodismo de milagro, son pasantes o
dejaron la tesis a medias, eso todavía lo paso, pero lo que de plano no tiene
abuela es que tengan el cinismo de escribir artículos de cine después de
confesar que poco o nada les gusta el séptimo arte. Con toda sinceridad puedo
decir que tengo amigos que ejercen otras profesiones, que tienen más
conocimiento del tema, mejor redacción y que sienten más amor por las películas.
Pero no, según esos fulanos bloferos, se tiene que ser periodista para que tu
opinión cuente y sea válida ¡Qué estupidez!
Sin embargo, hay una forma de
entrar a este mundo de la comunicación sin tener ningún tipo de conocimiento e
incluso experiencia. Si no me creen, prendan el televisor y encontraran a una
bola de neófitos que pretenden hacerse pasar por especialistas de alguna
materia, quienes obtuvieron el puesto ya sea porque son hijos de alguien
famoso, influyente, porque lucen de maravilla en pantalla siempre y cuando no
hablen, o porque tienen dinero para producir su propio programa.
Ejemplos:
Kristoff. Sujeto nefasto y creído
cuyas críticas cinematográficas se resumen en dos frases “Está chingona” o “Es
una mamada”. Se cree que es un conocedor de todo lo referente al sexo. Le queda
como anillo al dedo el dicho Dime de qué presumes…
Yordi Rosado ¡Licenciado en Ciencias
de la comunicación! Y lo escribo entre signos de admiración porque seguramente
este tipo le ha quitado muchas oportunidades a gente mil veces más creativa que
no cuenta con ese título por diversas razones. Su mayor gracia es decir Güey y hacerse el
chavo fresa. Ha hecho grandes entrevistas a juniors que se embriagan en el
antro de moda preguntando cosas tan interesantes cómo ¿Alguna vez te has
vomitado frente a tu novio? Y ¿Te atreves a enseñarme tus bubis?
Hector Suárez Gomis. El hijo del
actor con el mismo nombre, de ser un actorcillo mediocre y un pésimo comediante
ahora resulta que es líder de opinión, sabelotodo y hasta galán.
Juan José Origel. El llamado
Pepillo que más bien es jotillo porque no lo acepta (Y que conste que yo tengo
amigos gays) es un viejo que solo sabe andar de lambiscón con actrices ruquitas de varo, que con tal de que alguien les haga fiestas lo traen de dama de
compañía.
Fabian Lavalle ¡No bueno! Después
del papelón que esta cosa apodada Fabiruchis se aventó cuando por codo no le
quiso pagar a un sexo servidor después de que le diera sus respectivas y tan
solicitadas dobladitas de espinazo lo que trajo como consecuencia que le
dejaran la cara hecha pomada, su empresa todavía lo sigue contratando para que
continue su ardua labor periodística que consiste en desprestigiar a quien se
le ponga enfrente.
Y así puedo seguir escribiendo una larga lista, pero me da una tremenda fiaca. Solo me gustaría preguntarle a mi
amigo, ese gran crítico y locutor de radio ¿Ellos si merecen ser llamados “Periodistas”?