
El 18 de marzo de 2010 fue publicada una nota bastante cotorra en El Universal, en la que una legisladora en resumidas cuentas pedía a los jueces del registro civil que no permitieran que los papás se la prolongaran poniéndole a sus chamacos nombres tan absurdos, jalados y cajetos como Pocahontas, Masiosare, Terminator, Aniv de la Rev (por aquello del aniversario de la revolución) Lady Di y otras barbaridades. Le doy la razón, pues qué culpa tienen los inocentes escuincles de que sus papás no tengan sentido común y les desgracien la vida sin deberla ni temerla.
De esto me acordé hoy, porque capturando unos documentos de estudiantes que en su mayoría viven en la hermana República de Tlahuac, me encontré con ese fenómeno, rara costumbre o no sé ni cómo llamarle a esa necedad de bautizar a los niños con nombres gringos, italianos, franceses, etc. Tan bonito que se escucha Cuauhtémoc (aunque por culpa del jorobas pambolero ya vino a menos, jaja) y ya si se quieren sentir muy patriotas Eufemio o Emiliano. Pero qué es eso de ponerle al carita de frijol y pelos de erizo: Brayan, Jhony, Yonatan, Yobani. Además, así tal cual, ya de menos que investiguen como se escriben correctamente.
¡Imagínense! Hay una persona registrada con el nombre del agente 007 ¡Wow! Que envidia llegar al antro, y que al preguntarte a nombre de quién está la reservación contestes de “Bond, James Bond”. Si a los progenitores de este cuate en ese momento les hubieran dicho que estaba prohibido registrarlo con ese nombre, montados en su macho hubieran dicho “Tons póngale Royer Mur”.
En los casos en que una chica se llama Julia Roberts Martínez Pérez ¡Por piedad! ¿Quién les dijo que Roberts era nombre de pila? Dudo que en Holanda, algún seguidor del charro de Huentitán haya osado nombrar a su vástago Vicente Fernández Van Der Vaart o en Japón alguien le grite a su chamaquita ¡Xochitl Kurosawaaaa!
En fin, que cada quien haga de su vida un papalote y de su nombre, un apodo o mote.
De esto me acordé hoy, porque capturando unos documentos de estudiantes que en su mayoría viven en la hermana República de Tlahuac, me encontré con ese fenómeno, rara costumbre o no sé ni cómo llamarle a esa necedad de bautizar a los niños con nombres gringos, italianos, franceses, etc. Tan bonito que se escucha Cuauhtémoc (aunque por culpa del jorobas pambolero ya vino a menos, jaja) y ya si se quieren sentir muy patriotas Eufemio o Emiliano. Pero qué es eso de ponerle al carita de frijol y pelos de erizo: Brayan, Jhony, Yonatan, Yobani. Además, así tal cual, ya de menos que investiguen como se escriben correctamente.
¡Imagínense! Hay una persona registrada con el nombre del agente 007 ¡Wow! Que envidia llegar al antro, y que al preguntarte a nombre de quién está la reservación contestes de “Bond, James Bond”. Si a los progenitores de este cuate en ese momento les hubieran dicho que estaba prohibido registrarlo con ese nombre, montados en su macho hubieran dicho “Tons póngale Royer Mur”.
En los casos en que una chica se llama Julia Roberts Martínez Pérez ¡Por piedad! ¿Quién les dijo que Roberts era nombre de pila? Dudo que en Holanda, algún seguidor del charro de Huentitán haya osado nombrar a su vástago Vicente Fernández Van Der Vaart o en Japón alguien le grite a su chamaquita ¡Xochitl Kurosawaaaa!
En fin, que cada quien haga de su vida un papalote y de su nombre, un apodo o mote.



