Amanecimos con una noticia que ya no sorprende debido a que no es la primera vez que pasa algo semejante. La semana pasada un bocinero de esos que el director del Sistema Colectivo Metro, Joel Ortega, juraba y perjuraba por su madre (él insiste en que si tiene) ya no se les permitiría el acceso, sufrió un accidente al caer a las vías después de tropezar con la bolsa de vidrios de un faquir urbano, de esos que se supone ya tampoco iban a dejar ingresar. El incidente que no pasó a mayores y solo dejó varios discos piratas de Ramón Ayala inservibles, por los cuales el bocinero exigió una indemnización, provocó que los trabajadores del comercio informal levantaran una queja en contra del jefe de gobierno. Argumentaron que no hay condiciones favorables para vender el artículo de moda, el juguete de novedad, el regalo para la niña o para el niño, ni tampoco para subirse a declamar poemas, cantar, contar chistes o dar espectáculos para amenizar el viaje de unos pasajeros que lo merecen, más ahora que ya les subieron la tarifa a cinco pesos.
El jefe de gobierno en respuesta, les propuso establecer un diálogo pacífico que ellos aceptaron aventándole una bomba molotov en el ojo. Después de escuchar las exigencias de los quejosos, el George Clooney Región 4, que ya cumplió un año gobernando Smoglandia, acordó que por las molestias ocasionadas y tratando de reparar su falta de atención a ese sector que tanto contribuye al crecimiento de la ciudad, todos sin excepción serían incluidos en la nomina de su administración. Obviamente, no faltan los que ven burro y se les antoja viaje, y terminan por pedir que de una vez metan a toda su familia en el asunto.
Al final, todos terminaron felices y contentos porque una vez más se demostró que el gobierno está para escuchar y los bocineros para hacer ruido. Para concluir, el jefazo de gobierno anunció que la imagen del metro Indios verdes será sustituida por la de una bocinota, en honor del compañero caído mientras cumplía con su deber.
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