¡Súbase compañero! Nomás fíjese porque un chingadazo ahí en el filito duele hasta el alma -Palabras sabias, de quién ha subido y bajado de un trailer más de mil veces. Yo que apenas comenzaba mi accidentada carrera como cargador, después de haber ido de más a menos, pasando por una serie de tropiezos eslabonados, no tuve más remedio que aceptar la mano rasposa que me ofrecía ese señor.
- Don Miguelito, dígame así. Así me dicen todos. Usted está re flaco pero ahorita entre los dos bajamos las tarimas. Así como me ve, yo estoy corrioso, estoy macizo, y esto nomás es de maña ¿Cuántas bolsas son?
- Como 3600 señor. Va a estar cabrón ¿No van a mandar a nadie más?
- ¡Uta madre! Si son un titipuchal. Don Miguelito ya le dije que me diga así. Hasta cree que van a mandar a alguien. Si a estos les pesan los que tienen entre las piernas. Y ni cómo decirle al director porque es su cuate y los tiene bien consentidotes. Yo porque le chingo. Ya soy el único de servicios generales. Antes había otro, pero faltaba a cada rato, dicen que tenía dos viejas. Una que anda por ahi de azul que si tiene lo suyito, pa qué le voy a mentir, y otra que pus la tenía en su casa.
- ¿Y usted es casado don? - pregunté como si en verdad me interesara.
- No. Tengo pus mi pareja. Ahora si que como dicen nomás estoy juntado. Mi señora luego viene a dejarme la comida pero trato de que no venga seguido ¿Sabe? Aquí luego hay unos compas muy cabrones, con perdón de usted. Nomás andan viendo a quién le hacen la maldad. Hay uno que anda luego por ahi, que viene a dejar los garrafones de electropura. Ya le dije que no ande rondando a mi señora o va a pasar una desgracia.
- ¿A poco si sería capaz de hacerle algo don? - no puedo negar que por lo menos el fulano me entretenía en lo que daban luz verde para descargar.
- Le dije, Va a pasar una desgracia. Si me bajas a mi vieja...¡Me mato! ¿Cómo cree jovenazo? Es pura broma. Yo con todos aquí la llevo tranquilo ¿Alcanza a ver allá dónde está el otro patiecito? Luego a la hora de la comida, jugamos al trompo. Pero no esas chingaderas de plástico. El de madera. Siempre me los ensarto.
- Creo que si he visto cómo lo juegan ¿Usted no es de aquí verdad? Tiene tipo como de oaxaqueño - para mi todos los morenitos que no son de aquí se me figuran de Oaxaca.
- No. Soy chiapaneco, nací en un lugar que se llama Tuzantán. Desde chiquillo me vine al distrito y ya soy más de aquí, que de allá. Acá estudié la secundaria, porque sabrá usted que yo soy estudiado, ando aquí porque pus es lo que hay ¿Usted estudió?
- Si. Yo estudié hasta la prepa. Me salí y desde chavo trabajo- alcé los hombros y sonreí consciente de que mentía.
- Ya decía yo que usted se ve distinto. Casi nadie se trepa al camión sentándose en la orilla. Con perdón de usted, no me lo tome a mal. Orita entre los dos le metemos galleta y en menos de dos horas terminamos. Usted va rompiendo el plástico y me avienta las bolsas y yo las voy acarreando a la bodega. Total, no hay prisa. Si quieren que nos apuremos, que manden más gente y sino, pus que se chinguen.
- Esa forma de pensar me gusta don Miguelito - y lo decía con toda sinceridad. En verdad estaba de acuerdo.
- ¿Le gustan las verdolagas? No es albur. Ora no vino mi señora, pero me puso verdolagas con carne de puerco. La secretaria de aquí nos da champú de calentar en el hornito de microondas, yo ni le sé pero le digo a ella.
- Gracias. Pero pues cómo cree. Eso se lo mandó su esposa para usted - contesté percatándome de que en realidad apenas alcanzaba para que se preparara unos tres tacos.
- ¿No me diga que no le gustan? No me salga con que es de esos que pura picza y hamburguesas. Eso no es comida.
- Vamos a hacer una cosa don Miguelito. Usted me convida verdolagas y para no quedarnos con hambre los dos, yo compro unas latas de atún de las que ya vienen con verduras, unas galletas saladas y unos jarritos fríos.
Una vez acordado que compartiríamos la comida, nos dispusimos a descargar como lo planeamos. Me puse mi gorra, me quite la sudadera, saqué el cutter y como niño desesperado que ya ansía ver lo que le han regalado, rompí el plástico con que emplayan las despensas. Quien haya desempeñado tan ardua labor, sabe que al principio es como despejar con la mano un balón de futbol, hasta parece divertido. Sin embargo hay un momento en que el dolor no se siente ni siquiera en los brazos, sino en la cadera por estarse agachando a recoger los bultos que van quedando abajo. Luego viene la sensación de tener las piernas dormidas, y si te toca ser el que cacha las bolsas, existe el riesgo de ser golpeado en la cara; en el mejor de los casos amortiguas el golpe con el pecho, sin embargo no es muy recomendable cuando en la bolsa vienen productos enlatados.
Sentí que había descargado cinco mil. Estaba agotado. Miré hacia el interior del trailer, conté las tarimas y apenas llevabamos la mitad. Don Miguelito se subió al camión. Tomó el cutter, hizo un corte transversal en una tarima y dejó que cientos de bolsas de arroz se desparramaran en el piso del camión.
- Acuéstese jovenazo. Vamos a descansar un rato. Ya vamos de gane ¡Aaaah! Ojala que así estuviera mi cama. Allá en su humilde casa, tengo un colchón viejito. Ya me dijo mi señora que compre uno. Pero cuestan más de mil. Está dura la cosa. Mi señora tiene dos hijas de otro señor que nomás se las hizo y se fue. O les doy para la escuela o compro el colchón. Pero no me quejo. Mejor le chingo.
Y eso fue lo que hicimos; seguir partiéndonos el lomo sacando literalmente fuerzas de flaqueza.
Terminamos en menos tiempo del que pensabamos. Mientras don Miguelito fue a calentar el guisado, yo fui por el atún y los refrescos. Con una de las tarimas improvisamos nuestra mesa, desarmamos una caja para usarla como mantel y nos deleitamos con una comida que me supo a manjar de dioses.
No cabe duda que cómo dijo un reconocido poeta vernáculo..."En la pobreza se sabe querer"

👍👍
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