martes, 25 de febrero de 2014

Pinches trámites pinches

En una oficina de cualquier delegación del defectuoso, una señora se presenta a realizar un trámite de esos engorrosos pero necesarios. Al llegar pregunta en el módulo de información a dónde debe dirigirse para pedir una constancia de domicilio. Un tipejo panzón que hojea El gráfico y mira en una televisión chiquita a blanco y negro, uno de esos bodrios mañaneros, le señala una ventanilla ubicada al fondo del edificio. La señora que ya se había hecho a la idea de que habría una fila interminable, se sorprende al ver que es la única persona.

 - Buenos días - dice a una gorda que se limpia los residuos de aguacate que le quedan en los dedos con una servilleta de papel.

-¿Asunto? – contesta la empleada con medio bocado todavía en la boca.

Traigo mis documentos para que por favor me expidan un comprobante de domicilio, es que me acabo de cambiar de casa y aún no cuento con ningún recibo.

¿Qué cree? Que si es aquí. Pero ahorita no  la pueden atender. No hay nadie.

¿Cómo que no hay nadie? ¿Y usted no trabaja aquí?

Pues es que mire, yo le puedo checar el documento pero el licenciado ya se fue de vacaciones y él es quien firma.

Pero en la página de internet mencionan que hay servicio los 365 días del año – dice la señora mordiéndose los labios tratando de no perder la calma.

Ah. Pues ahí si no sé. Viera que aquí no tenemos Internet.

-     - Oiga señorita, me urge esa constancia para que me recontraten ¿No lo puede firmar alguien más?

-     - Déjeme ver. No se vaya a ir.

Media hora después, un tipo mugriento se sienta frente a la ventanilla.

- ¿Asunto doña?

-     - Señor, me dejó aquí la señorita esperando, vengo por una constancia de domicilio y …

-     - ¿Cuál señorita? ¿Una gorda? Si es esa, ya valió gorro. Ya salió. Se fue a la junta del sindicato. Pero déjeme ver sus documentos. 

      -Oiga señor, yo voy a reportar a esa persona, le pido que por favor me dé su nombre. 

      - ¿El mío?

-      -  No, el de la empleada. Nada más lo hacen perder a uno el tiempo.

-      - No me lo sé. Yo nomás soy el chofer y me mandan aquí para cubrir a los compañeros.

-      - Ya traigo todos los documentos, solo falta que el responsable firme la constancia.

-     - ¿Me creería si le digo que no sé quién es? Le digo que nomás me mandan. Pero igual y la ayudo en otra cosa.

-     - ¡Es el colmo!

-     - No se enoje doña. Se la pongo más fácil ¿Usted ya desayunó?

-     - ¿Eso qué tiene que ver?

-     - Pues es que yo no. Cómo ve un “ciego” y ahorita le consigo la firma.

-     - No le entiendo ¿Qué es eso de un ciego?

-     - No se haga. Un billullo. Así los dos nos ayudamos, como quien dice mutuamente.

-     - ¡Lo que usted quiere es una mordida! ¡Aparte de irresponsables son unos rateros! ¿Pues cómo ve que no le doy nada? Y esto lo va a saber el delegado.

-     -  ¡No manche! ¿Y usted de dónde cree que viene la indicación? – sonríe burlón el tipo.

-     - Pues si no es con él será con otra autoridad.

-     - Hágale como quiera. Bueno, que conste que yo la quise ayudar.

El tipo cierra la ventanilla.

La señora sale disgustada. En la entrada un muchacho se le acerca.

-     - Disculpe señora ¿Sabe de casualidad en dónde expiden las constancias de domicilio?

-     - ¡No sé, ni me interesa!

-     - ¡Uy! ¡Qué pinches modos! 

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