martes, 4 de febrero de 2014

Leyendas del Centro Histérico: El sabueso de los Vázquez Vil

Se cuenta que en las calles del centro histérico, por la noche se escuchaban unos aullidos que erizaban los vellos de la nuca de quienes tenían la desgracia de oírlos. Curioso caso, ya que no estaba permitido tener perros debido al peligro latente de un contagio de rabia por mordedura de rata. Luego se supo que la muerte de una rata fue causada por el contacto con un diputado, pero a decir de la nana Goya, esa es otra historia.

De acuerdo al volumen 2 de Las leyendas del México Post reumático, celebre obra del ilustre Fray Bartolomeo Rico, los sonidos de ultratumba provenían de la garganta de un ser no terrenal, un espectro de ultratumba, que deambulaba por las calles de la otrora Ciudad de los Palacios. Fue el mismo fraile – miembro de la orden de Los destemplados- quien vio con sus propios ojos, a ese engendro de Belcebú. Fray Bartolomeo lo describe como un ser despreciable, mitad sabueso, mitad  vendedor de seguros, capaz de elevarse dos centímetros sobre el suelo ( los estudiosos han desmentido la versión de que fuera solo un centímetro). Otra hipótesis postula que aquel horrendo ser, era propiedad de unos anticuarios del mercado de La Lagunilla, los señores Vázquez Vil, hecho que tampoco se ha confirmado.


El fantasmagórico sabueso, iniciaba su recorrido en la Plaza del Aguilita y lo concluía en Templo Mayor. Dos mujeres que ejercían el oficio más antiguo del mundo, aseguran que, lo vieron en la calle conocida ahora con el nombre de San Pablo. Asustadas corrieron hasta los brazos de sus administradores, clamando con gritos despavoridos que ahuyentaran a ese adefesio mal hecho, a esa escoria de la vida, que causaba su odio y su desprecio. Pero ellos hicieron caso omiso, y por el contrario, ofrecieron los servicios de las damiselas a la criatura, quien pidió se le hiciera un módico descuento.


Con la llegada de la modernidad, los aullidos fueron cada vez más esporádicos; ahora en esas calles los único que se escucha son los terribles gritos: ¡De a cien! ¡De a cien! ¡Chéquenlo sin compromiso! ¡Bara! ¡Bara!

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